miércoles, 20 de julio de 2016

Gracias a la angustia y al rivotril

Resulta que mi terapeuta tiene la loca teoría de que, cuando nos angustiamos, debemos agradecer esos síntomas que vienen a nosotros a hacernos rever algunas cosas aún pendientes de resolver. En mi caso, cuando me angustio, habitualmente no pienso en agradecimientos sino más bien me vienen a la mente preguntas del estilo “¿Por qué a mí?”, “¿Qué hice yo para merecer esto?”, “¿Por qué me pasa de nuevo si ya lo hablé en terapia?” Esta misma terapeuta también me enseñó a no cuestionarme esos momentos de angustia, es mejor tratar de relajarme y de dejarlos pasar: más me resisto, el asunto más persiste. No sé por qué pero tampoco puedo relajarme y dejar que la zozobra me atraviese cual rayo de sol en el vidrio.

No importa; en realidad, siempre hay un rivotril por ahí dispuesto a sacarme de la situación lo más ilesa posible; ella también dice que tomar psicotrópicos esconde los síntomas y su posibilidad de entenderlos para así elaborar el cuadro real que hay detrás de toda esta parafernalia sintomática. A veces me rehúso a caer en la tentación del rivotril, me digo que puedo salir adelante, que no necesito que nada externo me ayude, y es verdad que lo hago utilizando mis propios recursos. Otras veces tengo el presentimiento de que no habrá caso y de que lo deberé tomar, total, si es la primera vez en dos meses que tomo ese 0,5: pero lo tomo con culpa.

Puedo decir que hay dos temas aquí: uno es el agradecimiento a la angustia como catalizador del problema, como señal luminosa que indica que el problema de fondo aún no se resolvió, un agradecimiento que cuesta hacer porque, mientras se está sufriendo ese “ataque de ansiedad” hay pocas posibilidades de pensar con claridad. El otro es el cuestionamiento al rivotril como facilitador: viene a ser la grúa que nos saca del pozo en el que nos quedamos estancados. Quiero, en un futuro no muy lejano, ser agradecida con la angustia y con el rivotril: si agradezco a la primera, podré reducir su presencia a la mínima expresión y, si agradezco al segundo, dejaré de sentir culpa y me reconoceré humana.

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