domingo, 12 de febrero de 2017

Unidireccional

Qué estupidez es eso de seguir esperando que algo cambie cuando sé, en el fondo de mi corazón, que nada va a cambiar.

Qué estupidez es eso de creer que algo está destinado a ser sólo porque mi amor es muy grande. El amor unidireccional es una pérdida de tiempo pero todavía no puedo aceptarlo, aún creo que se va a dar cuenta de lo maravillosa que soy, de lo bien que sería estar acá y no allá.

Mientras tanto, mis ojos de a poco se van secando. Y sinceramente espero que se sequen pronto, bien pronto. No soporto más tanto llanto.

lunes, 6 de febrero de 2017

La boda de mi mejor amigo

Creo que casi todos nosotros, o al menos las personas de mi edad y sobre todo las mujeres, nos acordamos de esta película. Hay una escena hacia el final que describe casi diría exactamente mi situación actual:

Julia Roberts le confiesa su amor a su mejor amigo y lo besa, con la mala suerte de que la novia los ve. Desilusionada, rompe en llanto y sale corriendo. El mejor amigo la sigue y Julia va detrás de ellos. La novia toma un auto y huye, el novio otro y la sigue y Julia un camión de reparto y también los sigue. Mientras los persigue, Julia llama a su otro amigo (el personaje de Rupert Everett) quien, tratando de entender la situación, le pregunta algo así como: "La novia está huyendo, el novio la está siguiendo y vos estás siguiendo al novio, ¿y a vos quién te sigue?", a lo que ella responde "Nadie", y él le dice: "Esa es tu respuesta".

Esa escena es reveladora y siempre me viene a la mente: yo estoy siguiendo a la persona que no me sigue, y debería juntar lo que queda de mi dignidad y dejar de hacerlo.

Aquí les dejo el enlace por si tienen ganas de revivirla.


https://youtu.be/-QS7WC13-c0

domingo, 5 de febrero de 2017

A dos minutos

Hace unos días que estoy a dos minutos del llanto. Cualquier cosa que pasa tiene la capacidad de hacer que las lágrimas aparezcan en mis ojos. Es obvio que esa cosa que provoca el llanto no es el origen del problema, es sólo un gatillo. Hacía mucho tiempo que no me pasaba algo así y no quiero que me siga pasando, es horrible.

Estoy agotada emocionalmente, lo sé. Me siento sola, con un hueco en el corazón. Pasaron muchas cosas estos últimos meses y he tenido la capacidad de seguir adelante pero creo que he llegado a un límite. No soy de enojarme, para nada. Soy más bien de las que siempre están felices, con una sonrisa en los labios, dispuesta a ayudar y a escuchar a cualquiera. Si alguien me lastima siempre tengo al esperanza de que cambie, de que se dé cuenta que me lastimó, de que no lo hace por mala persona, de que cómo no va a arrepentirse de haberme dañado a mí que soy tan buena... No sé si soy tan buena pero lo que sí sé es que soy muy boba porque sigo creyendo en que todo el mundo es bueno y no es así.

Estos últimos meses, como decía más arriba, me pasaron muchas cosas. Y me he dado cuenta de otras tantas. Sin embargo, a pesar de todas las pruebas que tengo ante mis ojos, todavía me cuesta creer que la gente no es como yo quiero que sea, es como puede. Y que esa misma gente tiene la capacidad de lastimarme y de seguir adelante con su vida como si nada pasara, no siente culpa. Al contrario, yo me siento culpable porque me pregunto qué fue lo que hice para que reaccionaran así, para que me lastimaran y a la vez puedan poner la cabeza en la almohada y dormir sin problemas de conciencia.

Seguramente he lastimado a más de una persona, pero me ha remordido la conciencia. He lastimado y he pedido perdón en más de una ocasión. No obstante, no pasa al revés. La gente no me pide perdón porque no se sienten culpables, quien se siente culpable soy yo. Siempre pensando "¿Qué habré hecho para que hagan esto o lo otro?" o "¿Dije o hice algo malo?". Me pregunto ahora cuándo abriré los ojos y dejaré de culparme a mí por las actitudes de los demás.

Es un camino duro el de aceptar que los demás no son como yo quiero. Es un camino duro aceptar que los demás lastiman y no les importa si soy buena o no. Todavía no lo he podido aceptar. Todavía estoy esperando que acepten lo que hicieron o que, al menos, hagan algo para que me sienta mejor. Yo soy así, los demás no. Yo quiero hacer felices a los demás, los otros quieren hacerse felices ellos mismos, no importa a costa de qué o quién.

Una de las cosas que quiero que mi hijo aprenda e internalice es que primero está él, siempre. Que debe ser feliz él y que luego debe intentar hacer feliz a otra persona. No quiero que sea como yo, que dejo todo por los demás, que si me piden un favor lo hago aunque esté cansada, aunque no tenga ganas... Porque si no lo hago después me siento culpable o pienso que podría haberme esforzado un poco más si no me cuesta tanto... No quiero que sea como yo que no me enojo con nadie, que justifico a todo el mundo, que sólo me decepciono en lugar de insultar o de gritar o de romper cosas... No quiero que llore por cualquier cosa como yo, cuando en realidad estoy llorando por este vacío que tengo en el alma que no puedo llenar con nada, ni siquiera con lágrimas.

Amor no correspondido

En algún momento sería buenísimo tener alguna aplicación que nos permita elegir de quién enamorarnos. Hay aplicaciones para todo, ¿cómo no hay una para esto? Muchas veces el amor no  es correspondido y se pierde mucho tiempo sufriendo y llorando por los rincones hasta que, eventualmente, olvidamos. O vamos por la vida haciendo otras cosas, queriendo borrar de nuestro corazón ese amor con otros pseudoamores, lo que también es una pérdida de tiempo para nosotros y para esos "otros" que quizás sí estén enamorados de nosotros. Es una ensalada.

Cuántos solos y solas tratando de encontrar compañía y cuántos, como yo, enamorados de alguien que no nos ama o que ama a otra persona. ¡Qué desperdicio! Debe estar muy sobrevaluado el amor de pareja porque, si lo analizo detenidamente, es bastante esquivo (aclaro "de pareja" porque hay muchas clases de amor, como el que tenemos a los hijos, que es inmenso).

Es verdad que todo pasa, que hasta el dolor más grande en algún momento remite. El quid de la cuestión es sobrellevar ese período de tristeza con la mayor alegría posible (qué contradicción, ¿verdad?) y no caer en la tentación de andar por ahí recogiendo migajas de algo que no está destinado a ser.

Quien tenga la fórmula o quien invente la aplicación, que me avise dejando un comentario en esta entrada. Gracias.

martes, 22 de noviembre de 2016

20 años no es nada

Esa frase trillada hoy se ha convertido en la verdad más absoluta. Mi amigo de hace más de 20 años, mi amigo a quien adoraba, mi amigo con quien sabía que podía contar aunque no lo viera, tomó una decisión. Es verdad que en un divorcio hay muchas cosas que se pierden, muchas personas que se esfuman, muchas relaciones que desaparecen... Pero él, a quien conozco desde mis 17 años, que se supone que me quería más a mí, que se supone que si tuviera que elegir lados debería elegir el mío, que se supone que debía escucharme primero a mí, que se supone que no debería necesitar escucharme ni preguntar qué pasó, sólo estar de mi parte porque me quiere... Él eligió a mi ex.

Este año han pasado muchas cosas, y siguen pasando se ve. Me he desilusionado de mucha gente, gente que he conocido por poco tiempo y, por eso, a pesar del dolor, eventualmente resultará fácil superarlo... Puede que esto sea un golpe a mi ego, lo acepto, pero no me parece justo. O quizás lo es, no lo sé.

Me siento para el traste hoy. Es probable que esté equivocada, es probable que así sean las cosas, que la gente en común quede un poco en el medio y no sepa para dónde correr, es probable que yo esté sensible y me sienta sola y que, en otro momento, esto sea una anécdota o una nota de color. Es probable que yo no haya crecido nunca y hoy me sienta así, desamparada, como hace unos días cuando recordé esa vez que los Reyes Magos no me vieron y me dejaron con la mano extendida, esperando que me den un caramelo. Es probable que yo, con mis 41 años, hoy siga esperando con la mano extendida que me den algo que nadie me tiene que dar, igual que cuando tenía 6 años.

domingo, 21 de agosto de 2016

Ray Bradbury tenía razón

Uno de los cuentos que más me impactó de "Crónicas Marcianas" fue "Los pueblos silenciosos": el protagonista, solo en una ciudad abandonada, se contacta por teléfono con una mujer y, desesperado por compañía, toma el auto y corre a encontrarse con ella. Pero cuando la ve se desilusiona: no es lo que esperaba y escapa, prefiriendo la soledad.

Un poco así funcionan las citas "casi" a ciegas; digo "casi" porque a pesar de ver las fotos del otro y sentir que el chat te acerca un poco su personalidad, todo puede cambiar una vez que se produce el encuentro. Ya de por sí los encuentros son escasos: funcionando al 100% el benching, la posibilidad de verte en la vida real con el candidato es muy baja. ¿Y si sucede? Puede pasar lo del protagonista del cuento en ambos sentidos: él o yo podemos desilusionarnos y querer salir corriendo pero no lo hacemos, tomamos un café y rápidamente terminamos la reunión.

¿Y después? Después no nos contactamos más y, si por casualidad él quedó enganchado con nosotras, sutilmente le hacemos saber que no nos pasó lo mismo. Lo peor que puede pasar es que nosotras nos hayamos enganchado y él no: aquí se presenta el problema porque el hombre no será claro y dará mil vueltas y, por no perdernos (porque no le interesamos pero nos quieren tener igual ahí, pendientes) nos escribirá de vez en cuando, propondrá salidas que luego cancelará y nos dejará plantadas.

¿Qué hacer? No lo sé. Volver a leer "Crónicas Marcianas" quizás es una buena opción.

viernes, 19 de agosto de 2016

Siempre lo mismo

Imposible dominarlas. Las expectativas tienen vida propia: nacen y se reproducen con una rapidez que no se puede medir con ningún cronómetro. Siempre digo que no las voy a tener y, sin embargo, las tengo. No importa si son pocas o muchas porque no alcanzarlas duele igual.

¡Qué fácil sería todo si pudiera quitarles el poder que tienen sobre mí! He intentado hacerlo, lo juro, sin éxito. ¿Y cómo se hace eso? ¿Alguien sabe?