viernes, 12 de julio de 2013

El post debido

Nuestros padres, muchas veces por ignorancia, en lugar de darnos la confianza suficiente para enfrentarnos al mundo, minan la poca autoestima que podamos tener. Y nosotras, frágiles como el cristal, nos quebramos y sucumbimos ante la realidad de una sociedad dividida entre feos y lindos y gobernada por estos últimos.

En mi pre-adolescencia y adolescencia siempre pensé que era fea. Es más, hay días que aún lo creo (¡¡¡y tengo 38 años!!!). Esto puede haberse originado porque, digamos, no era la más linda del colegio ni del pueblo, pero un refrán dicho por mi madre fue la catapulta de ese pensamiento: "la suerte de la fea la bonita la desea". Llegada a la primera juventud, las circunstancias y mis propias ideas reafirmaron esa creencia y, no obstante el hecho de haberme casado con un hombre para mí hermoso y haber tenido un hijo precioso, no he podido quitarme esa sensación en un 100%. Ojo que ahora me miro con más cariño y descubro que tan fea no soy, que inclusive soy hasta linda, ¡mirá vos!

Para ponerlos en autos: me crié en un pueblo de no más de 20.000 habitantes y en el boliche bailable no me sacaban a bailar nunca, nunca. ¡¡¡¡Pero nunca eh!!!! Y no miento ni doy lástima. El único que me sacaba a bailar al finaaaaaaaaaaaaaaaaal de la noche era un chico feo (y sí, ¿qué esperaban?) para quien yo era la última opción. Y él lo era para mí. Y no sucedía todos los sábados. Más adelante nos mudamos a una ciudad más grande, de 80.000 habitantes (no sé por qué esta manía de poner la cantidad de gente, supongo que para que se den una idea de algo... En fin), y tuve un poco más de buena fortuna a nivel bailaril, aunque nunca lo que yo esperaba. Es que he concluido que creía mucho en las películas de Hollywood donde la chica siempre se quedaba con el chico (¿acaso no me daba cuenta que la chica era siempre linda, rubia y flaca? Ay). Lamentablemente para mí no había llegado aún la época en que las chicas bailaban solas y nunca la viví, ni cuando me mudé a Buenos Aires e iba a bailar: todavía había que esperar a que te saquen... Y ni siquiera en esta enoooooooorme ciudad, llenísima de gente de todos los colores, tuve el éxito que esperaba. ¡¡¡Pero qué consuelo el saber que las lindas envidiarían mi suerte!!!

Pasaron los años y no sé si las lindas envidian mi suerte pero sí sé que quizás muchas de estas desilusiones que he tenido en mi vida podrían haberse evitado si yo hubiera tenido un poco más de autoestima y no esa sensación de ser la fea todo el tiempo. Mis compañeras de colegio no me ayudaron a sentirme mejor y en mi casa tampoco recibí el alimento necesario para no sentirme un sapo. Adelgacé varios kilos, me arreglé la nariz que estaba un poco torcida y, sin embargo, nada de eso me hizo linda, seguí siendo "la amiga macanuda" de los chicos que hubiera querido que fueran mis novios.

Sin embargo hoy, después de todo esto (y de más cosas que no cuento porque si no se haría eterno este post), puedo decir que cuando me veo en el espejo no me siento fea. No seré preciosa pero fea no soy. Soy normal a nivel belleza pero tengo miles de virtudes que hacen que sea más linda de lo que parezco (y miles de defectos que me afean, ¡claro!) Y sé que cuando me pongo las pilas puedo llegar a estar híper bella. Obvio que aún trastabillo, ¡no soy tan segura como para mirar las revistas y no querer ser como las modelos! Pero si eso sucede trato, en lo posible, de perdonarme y no castigarme, y de inspirarme en miles de mujeres distintas a mí que, con su seguridad, son las más lindas del lugar (aunque pesen mil kilos y sean feas como la Bruja Cachavacha). Al final es sólo una cuestión de actitud, y es esa actitud, en mi caso, la más difícil de conseguir, identificar y alimentar.

Es todo un aprendizaje en esta vida, che.

Nota: Véase que repito un poco lo del otro post de "La suerte de la fea..." Se ve que ando en el tema jeje

jueves, 4 de julio de 2013

Los inalcanzables

Nosotras las chicas comunes y corrientes sabemos que hay chicos que son sólo para mirar. Son esos casi siempre altos y atractivos, a veces no tan bellos pero sí con ese “no sabemos qué” que hace que los miremos con ilusión y algo de admiración. Están por todas partes aunque en la calle es difícil que los podamos “pescar” ya que la mirada es fugaz y el análisis poco certero.

Esos chicos, mientras son observados sigilosamente por nosotras, siguen con su vida, obvio, ¡no se detiene el mundo! Y ahí es cuando aprovechamos a desgranar en mil detalles lo poco o mucho que podemos ver: el pelo, los ojos, la ropa, las manos. Y nos preguntamos: “¿Tendrá novia?” a lo que respondemos “Seguro que sí, la muy yegua debe ser alta, flaca y linda. No da para que tenga novia tetona, nooooooooo, porque las tetonas son ordinarias, seguro que es re-plancha en la parte de adelante, ¡como yo!” Si la supuesta novia tiene algo en común con nosotras hace que el muchacho sea mirado aún con más ternura y “bobaliconez”: ¡gusta de chicas como nosotras! Ahhhhhhhh, ¡es taaaaaaaaaan lindo! Pero si la supuesta novia, además de linda y flaca, fuera tetona, entonces inmediatamente el chico sería visto con desdén: la mayoría de esas chicas son como las de la tele, todas fáciles, que sólo usan su cuerpo para “enganchar” un buen partido, como éste que está sentado acá, en la sala de espera del hospital (o parado en la fila del banco o en la panadería o en el shopping).

Al final nunca sabemos qué clase de novia tiene el inalcanzable, ni siquiera podemos asegurar que está en pareja. Lo que sí podemos concluir que es este el tipo de hombres que nos gustaría tener a nuestro lado, que nos encantaría que nos note, que nos coquetee, que nos invite a salir, aunque después nos demos cuenta que es un tarado hueco que no tiene nada en el cerebro. Porque al fin y al cabo con las chicas siempre decimos que los lindos a veces dejan de serlo cuando abren la boca y dicen todas esas gansadas, o hablan como con una papa en la boca, o no saben combinar las medias con los zapatos.

No obstante, mientras está ahí calladito (o al menos mientras no podemos escucharlo) y mientras lo miramos y fantaseamos con ser la novia del lindo para echarle en cara a la rubia ésa compañera nuestra del secundario que siempre se creyó mejor que nosotras, mientras pasan los minutos, el inalcanzable es perfecto, es lo que han retratado miles de actores de Hollywood en la pantalla, es lo que siempre quisimos que sea y mucho más. Y aunque nos dan ganas de protestar por tantas injusticias en la vida, entre ellas no tener ni la cara ni el cuerpo de Marcela Klosterbooer, nutrimos nuestra ilusión con un sueño porque, convengamos, ése que está ahí nunca se va a fijar en nosotras (no es verdad eso de que lo vamos a enamorar con nuestra inteligencia, eh, no lo creamos más ni alimentemos esa mentira tratando de convencernos a nosotras mismas con esa falacia).

He dicho.