domingo, 21 de septiembre de 2014

Mendiga

Acostumbrarse a algo o a alguien muchas veces nos hace dependientes. No a todo el mundo, por supuesto, hablo siempre desde mi experiencia. Esa dependencia me hace mendiga. Mientras escribo esto de "mendigar" no puedo creer que realmente lo sea. Ser mendigo es lo más triste del mundo: soy como un personaje de algún libro de Charles Dickens, extendiendo la mano y pidiendo una moneda, pero en realidad lo que estoy pidiendo es un poco de atención, una sonrisa, una voz.

Cuando escribí hace poco lo del cambio de 180º nunca me imaginé que no iba a hacer nada de lo que había escrito ahí. He hecho algunos cambios relacionados con mi autoestima, algunos difíciles, en otros las modificaciones son sutiles o se ven poco, o se ven por un rato y luego desaparecen para volver a mostrarse después. Pero hay otras cosas que iba a hacer que aún no hice... Y creo que todo lo contrario: fui para atrás. Porque mendigar amor es lo peor que le puede pasar a una persona.

¿Cómo continuar? ¿Cómo revertir esto? No lo sé. Quiero apretar un botón que borre todo lo que ha pasado en los últimos días y ese botón no existe. Lo bueno es que, eventualmente, alguna lección aprenderé. Será cuestión de esperar.

La agonía y el éxtasis

Pasa el tiempo y me convenzo que, en las cuestiones del amor, no aprendí nada. Y en las cuestiones personales, tampoco. ¿Cómo es que puedo llegar a depender de otra persona para ser feliz? ¿Para vivir y para hacer lo que yo quiera? Es mentira lo del cambio de 180º, sigo siendo la misma boba de siempre que cree en el amor, que cree en las palabras, que cree en las personas. Si realmente quisiera hacer ese cambio, no me importaría nada, pero nada. Porque convengamos que los demás hacen cosas y no se detienen a pensar en qué voy a sentir... Todos hacemos cosas un poco egoístamente, claro, no soy la excepción.

Cuando era más chica sufrí mucho por amor, pero mucho. No voy a dar detalles acá porque sería eteeeerno... Y hace más de 16 años que no lloro por amor. Y hoy, 21 de septiembre de 2014, estoy llorando por amor y no lo puedo creer. No lamento nada de lo que dí, nada; lo volvería a dar aunque me deje este hueco acá en el pecho que parece imposible de llenar. Lo único que lamento es lo que escribí al principio, esto de no haber aprendido nada. Y lo peor de todo es saber, en lo más íntimo, que es poco probable que aprenda algo. Soy así, me enamoro, entrego mi corazón y después, veo que me lo devuelven hecho un bollito.