martes, 18 de diciembre de 2012

El estigma de los pueblos

Quien no haya vivido en un pueblo jamás sabrá lo que es tener tu propio estigma, tu identificación que va más allá de quién sos en realidad. Cuando hablo de pueblos me refiero a esos pequeños reductos del interior de las provincias de nuestro país, de no más de 20.000 habitantes, donde son fácilmente identificables los hijos del médico, los del dentista, los de la maestra y los de la doméstica. Aquí ya tenemos una primera distinción: "el hijo de". Y esto es muchísimo, si tenemos en cuenta que el médico es casi un santo al que adorar, ya que muchos no hay para hacer interconsulta. Por supuesto que la casa del médico es CASI como la de Dinastía: así que ahí hay pileta en el fondo, árboles, una mujer que limpia (que no es la madre), un auto reluciente en la entrada y una motito de 50 cc para que se movilicen las criaturas. Más o menos esta descripción de la casa del médico es válida para la del dentista, la del intendente, la de la directora del colegio, etc. Esta gente es la que viaja a Buenos Aires (o a la capital de la provincia) y se compra ropa "afuera" y la que manda a sus hijos a inglés particular. ¿Qué sucede con los hijos en la escuela? Son los más respetados, no porque lo merezcan (quizás sí) sino porque los maestros, preceptores, profesores y demás staff educativo conocen a los padres: por nombre, por reputación o por experiencia propia. Desde el jardín son tratados con deferencia y van creciendo creyéndose superiores.

¿Y los demás? ¿Los hijos de aquellos padres que no tienen tanta alcurnia profesional? Forman parte del resto de los mortales y deben, para ser vistos, trabajar más duramente y destacarse en algo que sea, por lo menos, atractivo para los hijos de los "famosos": ser lindos ya es un buen comienzo porque si sos feo y tu viejo no es el gerente del banco provincia, estás condenado al desprecio social. Ahora bien, si no sos lindo y te destacás porque sos inteligente y rápido en el colegio, también perdés, ¿cómo te atrevés a ser el centro de atención en la escuela porque te sacaste un diez? 

Hay que cumplir varios requisitos para formar parte de "algo" en un pueblo; para esto primero hay que vencer la clasificación que la sociedad hace de nosotros. Porque esa clasificación, ese ordenamiento, se originó en realidad en el jardín del colegio y luego fue acentuándose con el paso del tiempo. Seguís siendo "la fea" aunque tengas 25 años y un título profesional mientras ves que "la hija de" continúa su reinado de eterna perfección aunque no sepa la tabla del dos y su marido haya resultado ser un violento que le pega de noche.

¿Hay un poco de bronquita en todo esto? No sé... Más bien hay experiencia porque es lo que viví al ser criada en un pueblo. No era parte de los elegidos, siempre fui la gorda del curso y, para colmo, mis padres eran del montón. Y, aunque me alejé, Facebook me trae la realidad de aquellos "hijos de": y todo sigue igual.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Vidas pasadas


¿Qué onda si fui madre de alguno de mis amigos en alguna de mis vidas pasadas? Dicen que una nace y siempre se rodea por la misma gente pero que cambia de rol: la que hoy es tu madre en otra vida puede haber sido tu mejor amiga y quien es tu marido hoy puede haber sido tu madre. ¡Qué ensalada! Sería bueno saber quiénes fuimos y quiénes eran aquellos con quienes compartimos tanto hoy... No para curar karmas o saber qué vinimos a aprender a este mundo, sino más bien por curiosidad, o al menos para explicar la química que tenemos con algunos familiares o amigos a quienes nos une el cariño y ese "no sé qué". Porque, en mi caso, de mi marido estoy enamorada y también sé que amo a mi hijo pero, ¿y los amigos? ¿O conocidos con quienes hemos tenido experiencias buenas y malas y luego no los vimos más y no sabemos por qué? (Bah, ¡los de experiencias malas sí sabemos!)

Insisto, estaría bueno. Igual, como todo, demasiada curiosidad puede cachetearnos porque el resultado puede no ser el que esperamos. Por eso, si existiera la mínima posibilidad, me gustaría saber... Eso sí, ese día voy sin expectativas.

¡Salud!