domingo, 21 de agosto de 2016

Ray Bradbury tenía razón

Uno de los cuentos que más me impactó de "Crónicas Marcianas" fue "Los pueblos silenciosos": el protagonista, solo en una ciudad abandonada, se contacta por teléfono con una mujer y, desesperado por compañía, toma el auto y corre a encontrarse con ella. Pero cuando la ve se desilusiona: no es lo que esperaba y escapa, prefiriendo la soledad.

Un poco así funcionan las citas "casi" a ciegas; digo "casi" porque a pesar de ver las fotos del otro y sentir que el chat te acerca un poco su personalidad, todo puede cambiar una vez que se produce el encuentro. Ya de por sí los encuentros son escasos: funcionando al 100% el benching, la posibilidad de verte en la vida real con el candidato es muy baja. ¿Y si sucede? Puede pasar lo del protagonista del cuento en ambos sentidos: él o yo podemos desilusionarnos y querer salir corriendo pero no lo hacemos, tomamos un café y rápidamente terminamos la reunión.

¿Y después? Después no nos contactamos más y, si por casualidad él quedó enganchado con nosotras, sutilmente le hacemos saber que no nos pasó lo mismo. Lo peor que puede pasar es que nosotras nos hayamos enganchado y él no: aquí se presenta el problema porque el hombre no será claro y dará mil vueltas y, por no perdernos (porque no le interesamos pero nos quieren tener igual ahí, pendientes) nos escribirá de vez en cuando, propondrá salidas que luego cancelará y nos dejará plantadas.

¿Qué hacer? No lo sé. Volver a leer "Crónicas Marcianas" quizás es una buena opción.

viernes, 19 de agosto de 2016

Siempre lo mismo

Imposible dominarlas. Las expectativas tienen vida propia: nacen y se reproducen con una rapidez que no se puede medir con ningún cronómetro. Siempre digo que no las voy a tener y, sin embargo, las tengo. No importa si son pocas o muchas porque no alcanzarlas duele igual.

¡Qué fácil sería todo si pudiera quitarles el poder que tienen sobre mí! He intentado hacerlo, lo juro, sin éxito. ¿Y cómo se hace eso? ¿Alguien sabe?

sábado, 6 de agosto de 2016

El Facebook no es quién soy

El otro día, en el chat, un hombre (porque ya no dá decir "un flaco", tengo más de 40 y los hombres también, ¡por favor!) me pidió mi Facebook porque dijo que, viéndolo, se podía dar una idea de quién era yo. Se lo dí, obviamente, no tengo nada que ocultar (salvo esas fotos de hace más de 5 años donde juro que ¡¡¡NO ERA YO!!!).

Darle ese dato me hizo pensar en qué bobada más grande es el Facebook y, por extensión, cualquier otra aplicación donde mostremos, selectivamente, quiénes somos a los demás.

¿Quién puede creer que esas fotos que subí (que previamente elegí A CONCIENCIA) y que esas frases que publiqué muestran mi ser más profundo? Sí son una parte de mí, es más, no hay photoshop en ninguna foto ni hay hipocresía en las frases. Pero es sólo eso, una pequeña muestra. Mi alma es extensa e insondable, y mi cuerpo también.